I. INTRODUCCIÓN
Estudiar a la persona es complicado, pero, a la vez, una
tarea que sólo compete al hombre. Ante esta perspectiva surge el interrogante
sobre ¿qué es la persona, cómo está constituida y desde qué aspectos podemos
estudiarla? Es una pregunta compleja que intentaré responder, tomando como referencia el libro “Los gallinazos sin
plumas” de Julio Ramón Ribeyro (1955).
Desarrollaré el
tema “La dinámica existencial de la persona”, abordando las
siguientes perspectivas: la dinámica humana, en la que me detendré para hablar
de la persona como un proyecto existencial en el tiempo, teniendo en cuenta la
visión que presenta a la persona como creadora de la cultura y como un ser para
la muerte (Heidegger); la de una pasión inútil (Sartre) y la de un ser para la
eternidad (San Agustín). En seguida estudiaremos a la persona como relación:
con los otros y con la naturaleza. Finalmente, culminaremos analizando las
situaciones límites por las que el hombre pasa durante su existencia y la
perspectiva de Ribeyro con relación al hombre. Dentro de esta propuesta,
desarrollamos, aunque no de forma exhaustiva, algunos aspectos de la persona
humana: biológicos, culturales, psicológicos, religiosos y políticos.
Estudio el referido tema porque me interesa entender,
de manera amplia y holística, la existencia de la persona humana. El texto “Los gallinazos sin plumas” de Julio Ramón Ribeyro contiene aportes muy útiles.
II. LA DINÁMICA EXISTENCIAL DE LA PERSONA: la dinámica humana
1. La persona, un proyecto existencial en el tiempo
Los seres humanos somos considerados personas desde el
momento de la concepción. Pero en ese momento todavía no somos seres íntegros,
aún no hemos desarrollado toda nuestra naturaleza (sistemas biológicos y
psicológicos, aspectos sociales, culturales, religiosos y políticos). En todo
caso, ahí empieza nuestra formación, desarrollo e integración. Estas tres
consideraciones, inicialmente, las llevamos a cabo integrados a otra persona:
nuestra madre (en los casos normales). En el vientre materno experimentamos los
estímulos externos; también sentimos y
nos emocionamos, realizamos movimientos físicos, etc.
Por otro lado, partiendo de nuestra experiencia, nos
damos cuenta de que la realización de las personas se da en el transcurrir del
tiempo. De aquí que sólo podemos dar testimonio de ellas a partir de su
existencia en la historia. Es decir, de lo que ellas han sido durante el tiempo
de su vida.
Al respecto, el filósofo y religioso jesuita Teilhard de
Chardin (francés), manifiesta que el hombre es un ser en realización
interminable. Primero desarrolla sus sistemas básicos o biológicos, luego los
superiores o psicológicos. Sólo de este modo será un ser realizado y capaz de
llevar adelante su sobrevivencia. En el transcurrir de la historia éste se
convierte en el personaje central del acontecer del mundo, se vuelve su guía.
Es decir, el hombre es el hacedor y conductor de la historia. A donde él se
dirija, allí irá todo lo que existe en el mundo. Esto es lo más hermoso y sólo
lo realiza el hombre, justamente porque es el único ser capacitado. Sin
embargo, es una responsabilidad muy delicada que merece desarrollarla a
conciencia de lo contrario, lo que el hombre construya, será su propia
destrucción.
Teilhard también hace referencia a los aspectos
religioso, social y político a los que el hombre está destinado a crear y vivir
desde el primer momento de su vida. Estos aspectos merecen desarrollarse al
máximo. Pero como el hombre no lo puede hacer posible estando en la soledad,
éste crea un ámbito social, conformado por hombres y todo ser existente:
pueblo, ciudad, estado, país, comunidades internacionales. Allí los inicia y
potencializa. En el mismo, para garantizar una sana convivencia y estando todos
de acuerdo, crea ciertos parámetros o reglas a las cuales todos deben
responder, como también responsables de hacer cumplir lo pactado. En caso de
ser transgredidas, los agresores, conscientemente, deben responder a lo que los
demás decidan.
Pero, ¿cómo el hombre es capaz de organizar una sociedad
y sus parámetros rectores?, ¿cómo éste se dispone a la religiosidad y política?
Al respecto, Teilhard contesta que es posible gracias al desarrollo de todas
las potencialidades dotadas por Dios. Luego, su apertura al ser superior se da
gracias a que, el hombre, después de haber desarrollado su condición biológica,
se encamina por la búsqueda del sentido de su existencia y la de todo lo que le
rodea. En esta búsqueda se encuentra con realidades cada vez más complejas
(misteriosas), difíciles de entender y lograr. Después de intentarlo por largo
tiempo, la Gracia del ser superior (Dios) lo socorre, haciendo posible un
mínimo contacto que luego, si éste cree y se aferra a la misma, lo logra por
completo, en lo que llamamos la Gloria de Dios o vida eterna. Este anhelo hace
que la persona no pierda la noción de su vida, que viva en plenitud
(manteniendo buenas relaciones con todo lo existente a su alrededor) y buscando
cada vez más la forma de alcanzar el encuentro con su Creador.
2. La persona, creadora de la cultura
La persona es un ser que se realiza en el tiempo. En ese
tiempo edifica, reconstruye y destruye muchas cosas. Todos los acontecimientos,
de construcción y destrucción, es lo que se llama cultura. Es decir, los
estilos de vida, la educación, el deporte, la música, la literatura, la
vestimenta, la comida, la comunicación (en sus distintas formas y niveles), la
información, los valores, los pueblos, estados, países, comunidades
internacionales, la política, el estilo de religión, el hombre mismo y todo lo
que le rodea.
De lo anterior, la cultura no se reduce a ser un mero
conjunto de informaciones, tal como algunos pretenden defender. Por el
contrario, es un conjunto de acontecimientos, de los cuales la información es
sólo una parte pequeña. Con esta perspectiva el hombre puede abrirse al futuro.
Si aceptamos que la cultura es sólo un conjunto de informaciones (adquiridas a
través del lenguaje), estaríamos negando la posibilidad de los valores, en
cuanto a su abstracción y vivencia; la música, en tanto que sea sonido; la
comida y la vestimenta, en cuanto a sus naturalezas materiales; entre otros. Por
consiguiente, la cultura es todo lo que hace el hombre en el tiempo: la
historia.
3. El hombre, ¿un ser para la muerte?, ¿una pasión inútil?,
o ¿un ser para la eternidad?
El filósofo alemán, Martín Heidegger (s. XIX - XX), ponía
en cuestión la condición del hombre. Lo concebía como un ser que había sido
formado contrariamente a su voluntad. Es decir, desde el principio, el hombre
no elige ser él, no elige cómo debe ser su concepción, cómo debe nacer o
formarse durante sus años de dependencia, ni el espacio y tiempo de su
aparición. Si es un ser condicionado, es un ser que se encamina hacia la
perdición (muerte). Con esta perspectiva, Heidegger recalca la libertad de cada
hombre por elegir quién, cómo y para qué ser. Sin embargo, niega la condición
de quienes lo procrean. Y por lo mismo, no hay lugar para su existencia, dado
que antes de nacer cada hombre debe existir para elegir su condición próxima
(cosa imposible).
En sintonía con la visión de Heidegger, el filósofo
francés Jean-Paul Sartre concibe al hombre como “una pasión inútil” que, a pesar
de poder cambiar su realidad, éste se encuentra condicionado, a tal punto que nada
puede hacer para frenar los malos
acontecimientos.
Desde una perspectiva más realista, consideramos que es
indudable que cada hombre, en un determinado momento, deje de existir y que su
proceso de desarrollo e inserción en el mundo se ven afectados por el fenómeno
denominado “muerte”. Y aunque no todos queremos que llegue ese momento, bien sabemos
que llegará.
Por otro lado, sabemos que toda persona se dedica a vivir
cabalmente y en simultáneo se siente contento de hacerlo. Pero, a pesar de
sentirse contento éste se irá dando cuenta de que va envejeciendo y su
depresión será inminente. Aquí es donde la necesidad del haber comprendido y
aceptado la naturaleza de la vida sale a flote, por lo que su actuar debe ser
inmediato.
El valor más alto que el hombre puede alcanzar en la tierra
es la felicidad. Igualmente debe ser consciente de que está constituido de materia
corruptible, lo que significa que es un ser acabable y que algún día dejará de
existir. Como ejemplo de esto en los gallinazos sin plumas vemos que el abuelo
trata perversamente a sus nietos sin ser consciente de que no es un ser eterno
o de que no siempre permanecerá con suficientes fuerzas para dominarlos.
Los tipos de muerte son distintos, se diferencian de
acuerdo al espacio y el tiempo, como también a la condición
biológico-espiritual de cada individuo. Podemos perder la vida a causa de
enfermedades, por suicidio o por distintos accidentes. No podemos detener esta
realidad, pero sí podemos hacer que sea menos desgraciadas. Por ejemplo para no
morir de hambre podemos alimentarnos; para no morir de enfermedad podemos
prevenirla, etc.
En el caso de los cristianos, la muerte es una realidad
que tiene que darse en cualquier momento. Pero las esperanzas no se terminan, puesto
que Dios ofrece la vida eterna. De aquí que todos deben vivir una vida en
sintonía con la de Jesucristo. Esta perspectiva evangélica la asumió el
filósofo y teólogo San Agustín y la patenta como “el hombre, un ser para la
eternidad”.
III. LA PERSONA COMO RELACIÓN: relación con los otros y con la
naturaleza
Gracias a las relaciones humanas y con el mundo
circundante, la historia-cultura es posible. En común asociación los proyectos
se hacen realidad. A partir de grupos, el hombre organiza y busca ciertos
valores, aquellos que lo hacen feliz o antivalores que lo hacen infeliz por
todo el resto de su vida. En las auténticas relaciones se desarrolla la
libertad y todas las potencialidades de las personas.
En sociedad han surgido grandes grupos de cambio político
y desarrollo de los estados. Uno de ellos es el de la ilustración del siglo
XVIII, que por su excelente planteamiento hasta el día de hoy siguen vigentes
sus ideales, por ejemplo la igualdad ante la ley para todos los hombres.
También, en sociedad y en la vida individual, las situaciones
límite se presentan en distintos momentos y espacios. Muchas de éstas son
provechosas, dado que aportan algo para la plena realización del hombre; por
ejemplo los más altos logros. Se dan otras que no son provechosas, puesto que
ponen en riesgo la vida de cada ser humano: la enfermedad, etc.
Es sabio que el hombre sepa conducirse por sí mismo, de
lo contrario, que pida ayuda a los demás (aquí se pone de manifiesto las buenas
relaciones). En el caso de los cristianos, la mejor ayuda la encontramos en
Dios, y a él acudimos.
IV. LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS Y LA VISIÓN DEL HOMBRE
Los gallinazos sin plumas es una obra que normalmente se
ubica dentro del contexto político, pero nosotros lo hemos incluido en nuestro
estudio para darle una mirada humana. En esta obra, Julio Ramón Ribeyro
presenta al hombre como un ser mísero, abatido por las preocupaciones
materiales exteriores y que es capaz de descuidar su vida y la de sus
familiares.
Don Santos, el abuelo de Efraín y Enrique, es el
personaje inquieto por las riquezas y pasiones de la vida. Olvida que tiene
unos nietos también humanos como el resto de personas que habitan el mundo. Por
eso les obliga a salir todas las mañanas para traer comida para su cerdo
pascual. Después de un tiempo de maltrato, Efraín (uno de los nietos) logra
acabar con el abuelo. Sin duda, el ejemplo de la muerte como fin de Don Santos
no es la más propicia, sin embargo, muestra la realidad tal como es: cuando el
hombre decide acabar con el mal que tanto le agobia y es causa de su perdición,
lo hace para siempre.
La perspectiva de Julio Ramón Ribeyro es clara, muestra
al hombre como un ser no acabado. Éste se realiza durante su vida, que muchas
veces no es tan favorable. Además, muestra al hombre como un ser que, a pesar
de todas sus ataduras, si se decide, logra liberarse para siempre. Ese
liberarse es la toma de su libertad y realización plena.
Por otro lado, a partir de los gallinazos sin plumas,
Ribeyro también muestra otra realidad muy cierta, ésta es la explotación que
muchos cometen contra los débiles, desposeídos y olvidados por la sociedad. A
ellos las leyes no les favorecen, las autoridades poco se interesan de sus
casos y el resto de la gente les muestra indiferencia.
La indiferencia mata a la persona, dado que ésta no es
percibida por los demás. Es decir, nadie la toma en cuenta, le hace sentir que
no existe, que nadie la ve, y si nadie la ve, nada es en este mundo, su existencia
es vana.
Por consiguiente, ante la realidad expuesta en la obra de
Ribeyro, nos queda por tomar una posición distinta. Tenemos que ser hombres y
mujeres insertos en el mundo que nos toca vivir. No hay porqué mostrar
indiferencia a los demás, tenemos que responsabilizarnos de nuestra historia,
del mundo. De nosotros depende que la cultura humana se desarrolle
equilibradamente.
BIBLIOGRAFÍA
- RIBEYRO, Julio Ramón. Cuentos populares. Lima (1986),
Municipalidad de Lima Metropolitana; pp. 129 - 142.